EL VALOR DE LA EXPERIENCIA

martes, 7 de octubre de 2014





Pistas para una política económica social
Este articulo son parte del publicado en la revista Viento Sur




La crisis es profunda, todo el mundo lo reconoce, aunque sin medir realmente su amplitud y lo que ella implica. Esta crisis consiste ante todo en una pérdida considerable e irreversible de producción, de empleos y de productividad, en resumen un cambio de rumbo duradero en comparación con la trayectoria anterior. A esto se añade el hecho de que los rentistas no hayan "asumido sus pérdidas" y que se haya acumulado así un considerable stock de deudas. En el fondo, esta crisis es también la de un modo particular de funcionamiento del capitalismo al que resulta inconcebible volver. Sin embargo, las políticas que se llevan a cabo hoy día en Europa se orientan a restablecer por la fuerza ese modo de funcionamiento, sirviéndose de la crisis para hacer tragar las reformas estructurales que equivalen a una regresión desde el doble punto de vista de los gastos sociales y de las condiciones de la gente asalariada.

Hay que invertir los fines y los medios y empezar diciendo cuáles deberían ser esos objetivos.
Se pueden resumir sencillamente así: asegurar a todas y a todos un empleo y/o una renta decentes, garantizar el acceso a servicios públicos de calidad y, se podría añadir también, un planeta decente. El método bueno consiste en partir de la definición de los objetivos y en utilizar todos los medios del poder político para conseguirlos.

Se puede desarrollar esta lógica partiendo de la cuestión central que hoy día es el empleo. Desde este punto de vista, el futuro es sombrío: según la Comisión Europea, la tasa de paro debería pasar del 10,8% en 2013 al 11% en 2015, y del 12,1% al 11,7% en el conjunto de la zona euro. En estas condiciones cuesta entender cómo prever un retroceso significativo del paro masivo en los próximos años. Ya va siendo hora de que se haga de la vuelta al pleno empleo la prioridad de las prioridades. Pero ocurre que las dos únicas pistas posibles son completamente contrarias a lo que se aplica en estos tiempos: la reducción del tiempo de trabajo y el Estado como empleador en última instancia.
Un cálculo sencillo demuestra que un millón de empleos públicos pagados al salario medio costaría al Estado 16,4miles de millones de euros, cifra a comparar, por ejemplo, con los millones de euros concedidos a las empresas sin tener ninguna garantía de creación de empleos.
El segundo gran cambio sería recuperar la reducción del tiempo de trabajo en el sector privado. La reducción de la jornada de trabajo, al contrario de lo que afirma el discurso patronal, se ha mostrado eficaz. Entre 1997 y 2002 se crearon cerca de dos millones de empleos y la curva del empleo franqueó un escalón espectacular que no se ha vuelto a descender después.
Para poner en marcha dicha orientación y salir de la crisis por arriba, habría que recuperar una buena fórmula de Patrick Artus: "aceptar un rendimiento menor de las inversiones, una rentabilidad más débil del capital". Este principio, abstracto aunque profundamente justo, permite medir la amplitud del desafío. Y se podría completar repitiendo que no es posible ninguna alternativa si no se levanta la hipoteca de la deuda y se deja intacto el reparto
de las rentas. Las rupturas necesarias tiene por tanto dos objetivos principales, aunque en el fondo es sólo uno: actuar sobre los privilegios acumulados por una capa social reducida y cuyo mantenimiento viene de alguna medida garantizado constitucionalmente por las instituciones y los Tratados europeos.
Estos tres "niveles" deben estar presentes desde el primer momento, aún considerando los diferentes ritmos. Así, la revalorización del Salario Mínimo y de las ayudas sociales se puede y se debe adoptar de inmediato. Pero no es en sí suficiente, y se debe combinar con la puesta en pie de un modo de satisfacción no mercantil de los servicios sociales. Tomemos el ejemplo de la vivienda: es sabido que la explosión de los alquileres es una de las principales causas de la degradación del nivel de vida. En estas condiciones, ¿hay que vincular los salarios a los alquileres o sería mejor limitar estos últimos y emprender un programa de construcción de viviendas? Está claro, hay que pasar de una lógica de preservación inmediata del poder de compra a una lógica de oferta de viviendas a precios decentes, aún sabiendo que no puede tener efectos instantáneos.

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